lunes, 10 de noviembre de 2008

LA NOCHE QUE CAUTIVÓ AL MAR. Con cariño para Silvia.

Erase una vez un oscuro y denso mar en donde el único entretenimiento era observar la luna por las noches y golpear con sus olas a los bañistas veraniegos. No obstante, antes de todo esto vivía en soledad entre el día y la noche, pasando los días aburrido sin ningún signo de esperanza de comprender. Dentro de su indiferencia, debido a la ingenuidad creada por el desconocimiento, convivía tranquilo acariciando la orilla de las playas que abarcaba. Pasaron los días, los años, y poco a poco vio como unos diminutos seres bípedos construían extrañas montañas de baja altura en frente de sí.

A partir de ese momento comenzó a observar, muchos de esos seres se quedaban embobados con la inmensidad de sus aguas. Según iba avanzando el imparable tiempo iba conociendo mas a esos extraños vecinos. Veía como ensuciaban su cuerpo con su basura, cómo peleaban entre ellos por absurdeces, y sobre todo viendo como lo iban demacrando poco a poco. Sin embargo, una noche de verano, cuando apenas había nadie en las arenas que con tanta constancia acariciaba, algo lo dejó impactado.

Por fin conoció aquello que necesitaba, al sentir la energía positiva que desprendían en especial dos de esos seres que sin saber porqué, los veía diferentes de los demás. Estubo observandolos durante un buen rato, viendo como poco a poco se iban acercando el uno al otro entre juegos y risas. Le gustaba sentir la complicidad que emanaban. Sin darse cuenta, él también era partícipe de esos juegos con sus olas; acariciandolos y haciendolos bailar bajo la luz de las estrellas. Con alguna que otra broma, golpeando inesperadamente a ambos para que hubiese un poco de diversión y picardía, realmente estaba disfrutando por primera vez en siglos. Lo mas sorprendente de todo era que gracias a esos dos insignificantes seres vivos, los cuales transmitían toda la pureza de la que carecían el resto de sus congéneres.

Lentamente se sintió tan relajado que dejó las aguas en calma, con un suave contoneo para transmitir a la pareja la paz que le infundían. Cuando vio que ellos ya no jugaban, sino que sencillamente estaban abrazados, sin jugar, sin hablar, sin moverse, dejandose mezclar con él, sintió un fuerte golpe de emociones, realmente aquellos dos diminutos estaban sintiendose el uno al otro, a diferencia de otros tantos que antes habían hecho lo mismo pero sin sentir, guiados por el instinto nada más. Entre ellos había un fuerte sentimiento nuevo para él. Dulzura, respeto, cariño, complicidad...

Aquello era real y como tal juró que nunca olvidaría esa sensación. Desde entonces y por siempre la esencia de aquellos individuos inspiró al mar y navegó a través de él y sus hermanos dando la vuelta al mundo por las corrientes marinas haciendo que millones de personas en la tierra una noche al año, alguna vez en sus vidas, sintiesen la magia que desprendía el mar nocturno. Enamorandose de él y asociandolo con él, el sentimiento mas puro y libre, el cual es el verdadero amor.

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